A 175 años del fallecimiento del Padre de la Patria, la pregunta retumba como un trueno: ¿Qué diría San Martín de este gobierno que entrega nuestros recursos, le da la espalda a los trabajadores y protege los intereses de unos pocos?
San Martín cruzó los Andes enfermo, mal armado y sin saber si volvería, para liberar no solo a la Argentina, sino también a Chile y Perú. No lo hizo para enriquecerse ni para acomodar amigos. Lo hizo porque entendía que la Patria no es un negocio, sino un compromiso de vida. Y murió pobre, en el exilio, decepcionado de la mezquindad política que ya entonces devoraba al país.
Hoy, casi dos siglos después, la historia parece repetirse. Tenemos una dirigencia que negocia a espaldas del pueblo, que prefiere congraciarse con las corporaciones antes que defender la industria nacional, la soberanía energética y la dignidad de nuestros trabajadores.
San Martín advertía sobre “el fermento horrendo de nuestras pasiones” y las “mezquinas rivalidades” que impiden construir Nación. Si levantara la cabeza y viera cómo se entrega el patrimonio, cómo se ajusta al que menos tiene mientras se perdona a los poderosos, su bronca sería la misma que sentimos hoy quienes no aceptamos que nos arrebaten el futuro.
La voz del Libertador no pediría calma: pediría coraje. Diría, como en sus cartas, que “para los hombres de coraje se han hecho las empresas”, y que no hay Patria posible sin artes, ciencias, trabajo, justicia y soberanía.
Desde el movimiento sindical, levantamos esa bandera. No vamos a permitir que la Patria se transforme en una vidriera para el cambalache de unos pocos. Vamos a defender con uñas y dientes cada puesto de trabajo, cada derecho conquistado, cada recurso que pertenece a nuestro pueblo.
Porque la mejor manera de honrar a San Martín no es poner su retrato en un acto oficial, sino hacer lo que él hizo: enfrentar a los poderosos, defender a los humildes y no claudicar jamás.
“Seamos libres, que lo demás no importa nada”, dijo el General.
Y hoy, más que nunca, su frase es una orden.